lunes, 20 de julio de 2009

Un poco de historia

Estaba yo pensando en el origen del detallito de la boda y el gransabioquetodolosabe llamado Google va y me cuenta esto:

"Este elemento se puso de moda a principios del XIX, en las bodas de personajes de gran significación social. Estar invitado a una de estas bodas tenía tanta importancia, que sus asistentes mandaban enmarcar las invitaciones, ó lo que es peor, encargaban falsificaciones a las imprentas para lucir lo que no habían recibido.

La realeza primero, y la nobleza después, comenzaron a entregar placas conmemorativas, como testimonio de la asistencia a los enlaces de sus miembros. Y entonces la tradición dio la vuelta, y lo que antes era importante recibir pasó a ser entregar. Es decir, aquellas parejas que deseaban magnificar su enlace, entregaban un recuerdo al final del mismo.

Hay que entender que se trataba de un momento histórico en el que la alta burguesía contaba con bastantes más medios económicos que la pequeña nobleza, aunque menos poder político y social. Lo que no se conseguía mediante el acercamiento al rey, se buscaba con faustuosas fiestas y poder económico.

Lo cierto es que los recuerdos al final de una boda se popularizaron de tal manera que su uso ha perdido el significado original para convertirse en un detalle estético casi imprescindible."

Y aquí es donde yo entro, o donde me gustaría entrar. En el detalle que quieres en tu boda, en el detalle que te hará diferente del resto de las bodas. ¿Te gustaría que tus invitados pensaran al recibir el regalo "otro espejito, pero si ya tengo tres"? ¿Te gustaría que tu regalito fuera al cajón "delosolvidadoseinútilesregalosdebodas"?

Mis regalos son únicos, originales y prácticos. Y también añadiría bonitos, pero eso te toca juzgarlo a tí, no crees?

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